Un amigo nada más de la cervecita
Por Oscar Garrido
Aravena
1998. El Grupo Alegría poco a
poco se acostumbra a abrazar la fama. El Teatro Monumental es el punto más alto
en un camino que comenzó años atrás en la cuarta región del país. Sobre el
escenario, un joven Américo grita fuerte que, en esta fiesta, no se baila sin los reyes de la cumbia. Mauricio
Díaz hace sonar su teclado y las miles de personas que llegaron hasta el
recinto de calle San Diego corean una de las canciones más populares de la
cumbia chilena. La fiesta está desatada y no hay quien la detenga.
En Punitaqui, comuna de la
Provincia del Limarí en la Región de Coquimbo, nacieron dos grupos de cumbia:
Fantasía y Alegría. Sin embargo, fue este último el que alcanzó mayor
reconocimiento, aunque desde siempre ambos conjuntos estuvieron muy ligados. El
cantante Paskual Ramírez y el bajista Elías Vergara emigraron desde Fantasía
para formar Alegría en el verano de 1995.
Domingo Johnny Vega Urzúa llevaba
la cumbia en sus venas. Su padre, Melvin “Corazón” Américo es un reconocido
artista en el norte de Chile y sus boleros suenan hasta el día de hoy en las
radios de Arica. No podía ser de otra forma, Domingo Vega debía dedicarse a la
música.
Américo Junior. Así se llamó en
un comienzo Américo. Fue el propio Paskual Ramírez quien lo llevó hasta
Coquimbo para ser parte del Grupo Alegría. De ahí en más, su carrera nunca se
detuvo. Junto a la banda punitaquina recorrió
pueblos y ciudades de la zona norte del país. Los teclados, percusiones y
bronces no escaparon en un comienzo a los ritmos nortinos. El público local acogió
la gentileza y los alzó en popularidad. Poco tiempo bastó para que la banda
tuviera que radicarse en Santiago y así profesionalizar aún más su trabajo.
Rimo y sabor. Hay varios vasos de
cerveza sobre la mesa. Américo con uno en la mano recorre la soleada playa de
Cartagena. Sus compañeros lo escoltan en un vídeo promocional grabado durante
los días de calor de 1998. Mujeres y
cerveza apareció como un himno nacional de la cultura popular chilena. La
década de los 90’ trajo consigo la más variada oferta musical extranjera, pero
en Chile la cumbia mantenía su sitio sagrado en gran parte de las casas y
barrios del país.
La canción, fue incluida en la
séptima producción del grupo: Somos parte de tu vida (1999). Sin duda es el más grande éxito del conjunto de
la cuarta región. Una especie de obra de culto de la música tropical chilena,
pieza infaltable de cualquier repertorio bailable que incluso tuvo una segunda
versión mucho menos famosa en el disco Nada
más (2000). El álbum fue uno de los últimos trabajos de la banda con
Américo como vocalista, el futuro parecía estar en otro lugar para el ariqueño.
Con la llegada del nuevo siglo,
Américo decidió probar suerte como solista. En 2003 grabó Por una mujer, un compilado de boleros que le sirvió para hacerse
un espacio entre las comunidades latinas de Europa. A su regreso, decidió
formar un nuevo grupo que llamaría Américo y la Nueva Alegría. El nombre,
guardaba estrecha relación con el recuerdo del público que seguía ligándolo a
su ex agrupación.
2008 fue el año de la explosión. Meses
atrás había grabado Así es, un disco
que incluyó una de las canciones más escuchadas del año: El embrujo. Atrás
quedarían los teclados y percusiones noventeras que lo llevaron por todo Chile.
Con una marcada influencia peruana, por los autores de sus canciones y los
sones norteños, Américo vivió una evolución arriesgada, pero que lograría
posicionarlo dentro de los grandes artistas del país.
El resto de la historia es
conocida, poco a poco el cantante consiguió apoderarse de una marca propia,
ganando espacio no solo en el mercado nacional, sino también más allá de las
fronteras que alguna vez cruzó por tierra en viajes incómodos y eternos. En las
tres oportunidades que Américo ha pisado el escenario del Festival de Viña, su
éxito ha sido arrollador, hasta con polémicas incluidas.
Pero la noche del viernes 24 de
febrero del 2017 tenía un agregado difícil de olvidar. En la Quinta Vergara,
Américo volvió a cantar con Alegría. Con un sonido mucho más trabajado, una
producción mucho más elaborada, con una puesta en escena totalmente distinta a
la que tenía en sus inicios, el cantante volvió a ser aquel amigo nada más de
la cervecita.
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