“CORAZONES” (1990), [LOS PRISIONEROS]: Amor y tragedia, crisis y gloria
Por Inés San Martín De Vasconcelos
Puede gustarnos
la voz de Jorge González o considerarlo un desafinado y ególatra, pero lo que
no podemos negar, es que sus letras y musicalización marcaron a generaciones
completas; a nuestros padres e incluso a nosotros mismos.
Ser chileno y no
reconocer el impacto y alcance que tuvieron y siguen teniendo Los Prisioneros
en nuestra conformación identitaria, sería una contradicción, un delito, un
pecado. Porque más allá de gustos musicales, más allá de creernos o no eruditos
en la materia, lo cierto es que la banda de San Miguel, sigue siendo un
referente para personas de todas las edades. Y más importante aún, no existe a
la fecha, cantante o banda nacional que haya podido plasmar de mejor manera las
problemáticas de una época completa, en su trabajo musical.
Las canciones de
Los Prisioneros se transformaron en himnos, tanto para quienes vivieron de
cerca los horrores de la dictadura de Pinocho, como para nosotros: los
herederos del neoliberalismo y la seudo democracia.
Y más allá de
que las letras de las canciones hayan sido escritas en una época aparentemente
muy distinta a la actual, donde no existía youtube, ni Spotify Premium, lo
curioso es que extrapolar a nuestros días esa realidad de la que hablaba
González, Tapia y Narea, no resulta para nada complejo. De hecho, escuchamos
sus canciones, y compartimos la misma rabia adolescente, la misma sed de
cambios, la misma frustración ante las injusticias y la misma pasión hilarante,
que motivó, precisamente, el nacimiento de “Corazones”, nuestro álbum
indispensable de la semana.
Escrito durante
1989, finalmente vio la luz en mayo de 1990. Y si bien, corresponde al cuarto
álbum de estudio de la banda, es
considerado tanto por críticos, como por la fanaticada, como el primer material
solista de González.
Y es que,
“Corazones”, viene a consagrar a Los Prisioneros como una banda que alcanza su
madurez musical, a partir de una nueva propuesta de sonido, que rompe con el
antiguo y característico New Wave
(ese pa pa pa de baterías y guitarras rockanroleras), y plantea la opción de
trabajar desde el Synthpop (aquel
punchi punchi más ondero y electrónico), que dota a estas nuevas canciones, de
melodías bailables y letras mucho más pasionales.
Con lo anterior,
no debemos pensar que el trío de San Miguel se vendió descaradamente al capital
y a la industria musical americana, olvidando origen y convicciones. Todo lo
contrario, el éxito que tuvo este cuarto material, se debe precisamente a la
existencia de canciones bailables, pero con contenido social, manteniendo la
línea que venían sosteniendo desde el lanzamiento de su primer álbum de estudio:
“La voz de los 80” (1984).
Sí, porque los
primeros tres discos de Los Prisioneros (La
voz de los ochenta, Pateando piedras,
La cultura de la basura), tenían un
discurso político bastante marcado, contestatario, anti milicos, anti pinocho,
anti imperialismo. Y era un discurso que venía acompañado de guitarras
estridentes, de influencias del rock, del punk. Trabajo que, desde el principio,
logró buena recepción por los jóvenes de la época, que en plena dictadura,
asistían a tocatas clandestinas y se pasaban de mano en mano los casetes de la
banda.
Probablemente, y
si sigues leyendo esta recomendación, te preguntarás: bueno, ¿y por qué no eliges uno de los tres primeros
álbumes para la categoría de indispensable de la semana?... Y sí, es una
pregunta muy válida.
Claro, porque La voz de los 80 impulsó un estilo de crear contenido en la música, sin precedentes
en nuestro país, algo muy parecido ocurrió con los discos que le siguieron
posteriormente. Todos respondían a un contexto político y social cruento, todos
contenían esa fuerza que se necesitaba para derrocar a aquel régimen de mierda.
Sin embargo, y
como mencioné líneas más arriba, Corazones
rompe esquemas musicales, es un álbum de vanguardia, se prueban nuevos sonidos,
se deja de lado el pa pa pa violento, para ahondar en temáticas del corazón. Es
un disco que se escribió desde el amor y la rabia, una radiografía de la
intimidad de González (su vocalista) y un potente mensaje para Narea
(guitarrista), quien curiosamente no participó de la creación de este material.
Corazones representa además,
a juicio personal y al de muchos, el mejor álbum de Los Prisioneros, la
consagración de la banda en la memoria colectiva, una obra maestra, cargadísima
de amor y tragedia, crisis y gloria. La primera ocasión, donde podemos oír de
cerca y con profunda intimidad esa faceta romántica y desgarradora que González
no mostró en sus trabajos anteriores.
Y más importante
que todo lo mencionado; Corazones
viene a ser el solucionario al final del libro, la unión de tantos cabos
sueltos, la explicación de la aporía interna, la respuesta a la crisis, el
éxtasis antes del inevitable derrumbe.
Tren
al sur: augurio de un viaje y un quiebre
Con la historia
de un joven humilde que toma un tren en Estación Central, con destino al sur,
un joven cansado del ritmo de la ciudad, que expresa abiertamente su felicidad,
sus ganas de empezar de nuevo, la necesidad de un respiro, comienza a sonar Corazones.
Tren al sur es el primer track del álbum, con un sonido más moderno, tal vez no
tan bailable como el resto de temas que se escucharán más adelante, pero
igualmente pegajosa, viene a darnos una alerta: un viaje, un cambio, una
separación.
Corría octubre
de 1989, cuando González decide viajar a Los Ángeles, California, únicamente acompañado
por su mánager, Carlos Fonseca, a grabar lo que sería considerado “el mejor
álbum de Los Prisioneros”.
Corazones, fue además, el
primer trabajo discográfico internacional de la banda, editado en estudios de
los sellos Emi Records y Odeón. Y
aunque, si bien, no contaron con la participación de Narea en la
creación de contenido, sí lo hicieron en las presentaciones que antecedieron la
disolución de la banda. Sólo en 1991, el álbum Corazones, logró vender más de 80 mil copias (un año después de su
lanzamiento).
Éxito monetario,
que más allá de posicionar al grupo en lo más top de la escena nacional y
latinoamericana, no logró impedir un estruendoso declive, que sólo sería
superado 10 años después, en un arreglado reencuentro de la banda. Reencuentro
que duraría poco, y vendría a actuar casi en la lógica de crónica de una muerte
anunciada, bastante trágica e irreversible.
Porque en 1989,
González tomó un tren con destino a un sur muy lejano, a un sur, donde no sería
fácil adquirir el ticket de vuelta.
Amiga mía: Claudia Carvajal y el
triángulo amoroso
Cuentan las
malas lenguas que, una mujer, fue la causante de la separación de la banda.
Cuentan los mitos populares, basados en el característico machismo chileno
(machismo que condenaron varias veces en sus canciones, los jóvenes músicos de
San Miguel), que fue Claudia Carvajal (la esposa de Claudio Narea), la
principal responsable del quiebre.
Una melodía
envolvente, con coquetos susurros de González y una intensa declaración
amorosa, es la tónica de Amiga Mía. Una canción desgarradora,
donde se mezclan distintas teorías con respecto al triángulo Narea- Carvajal-
González.
Existen quienes
creen que la temática de la canción va dirigida exclusivamente a Claudia
Carvajal, esposa de Narea, quien fue descubierta por éste último, manteniendo
una relación amorosa con González.
De esta forma, Amiga
Mía, vendría a jugar el rol de manifiesto de la infidelidad, dentro del
álbum Corazones, que como he
mencionado varias veces a lo largo de esta columna, posee las canciones más
pasionales y profundas de la banda.
“Yo sé que nunca
vamos a dejar que este amor se nos vaya”, grita González mientras la canta,
casi dejando en claro, que el desliz con la esposa de Narea, no cambiará el
orden natural de las cosas.
No obstante, hay
una frase que por largo tiempo ha sido tema de controversia para los fans, y es
donde el vocalista asegura: “No te olvides, lo que digo: aún cuando
escuches lo peor, te estaré amando igual”.
La pregunta es,
¿a quién va dedicada la canción Amiga Mía?... ¿Hace referencia
exclusivamente a la corta, pero intensa relación que mantuvo con Claudia
Carvajal, o quiso decirle algo entre líneas a su amigo de toda la vida, Claudio
Narea? Tarea pa la
casa.
Con Suavidad, tema que le sigue (track #3), continúa esta lógica de relación
intensa, de atmósfera prohibida, de amantes que, por alguna extraña razón, se
encuentran luchando contra la corriente.
Sin embargo, la
letra es un poco más explícita y de carácter sexual, pero manteniendo los
límites que la época exigía.
“Voy a desnudarte, voy a estrecharte contra la
pared/ Oleré tu cuerpo, mojaré tu pelo, con suavidad”, son parte de esa dulcificación del acto sexual, del encuentro
carnal entre la pareja de amantes a la que se refiere González en la canción.
Y termina con
una frase, que de cierta manera, explica la intensidad de esos encuentros que
mantuvo con la esposa de su mejor amigo: “Estoy entrando en tu cuerpo (¿sientes?),
hasta morder tu corazón, hasta morder tu corazón”.
Indirectas que
probablemente Narea supo identificar a tiempo (tal vez, a mediados de 1989,
cuando descubrió la traición), pero que no terminaron con su salida de la
banda, sino hasta la publicación de Corazones,
y la finalización de los shows que tenían programados hacia finales de 1991.
Corazones Rojos: un himno incomprendido
Con un
sintetizador repetitivo y una afilada letra, que en un principio puede mal
entenderse y pensarse es machista, González hace un respiro en medio de la
polémica con Narea.
Porque créanme
que escuchar el disco de corrido, es una experiencia cargadísima de emociones.
Por lo que, Corazones Rojos, viene a dar ese cese a la intensidad carnal,
pero no a erradicarla por completo, sino que la direcciona a una vereda más
político- social.
Porque si algo
posee la cuarta canción de este álbum, es denuncia, y denuncia de género.
“Corazones rojos, corazones fuertes, espaldas débiles
de mujer/mil insultos como mil latigazos, mil latigazos dame de comer”, es la frase que enciende los tres minutos treinta segundos que
dura el himno.
Con frases
directas, que apuntaban a lo más profundo y sensible de la realidad chilena de
los 90s, esa realidad represiva hacia la mujer trabajadora, estudiante e
independiente, y que curiosamente es la misma realidad actual, donde la
violencia es pan de cada día, González hace denuncia y lo hace desde la ironía,
con una de las letras más misóginas que hayamos escuchado jamás.
En una época
donde recién las mujeres estaban saliendo al mundo laboral, porque también se
había implementado un modelo económico, González hablaba (irónicamente) por todos
los hombres de la época que no compartían ese nivel de emancipación: “En
la casa te queremos ver, lavando ropa, pensando en él/ con las manos
sarmentosas y la entrepierna bien jugosa”.
Si bien, el
vocalista aseguró en entrevistas posteriores al lanzamiento del álbum, que esta
canción fue escrita de manera irónica, desde el punto de vista del violentador,
y que en última instancia, buscaba que las mujeres del mundo se unieran en
contra de la violencia de género. Lo cierto fue que, el himno, en aquella ápoca,
no logró ser comprendido, llegando a ser cantado por hombres que practicaban
misoginia.
Sin embargo, no
fue hasta dicha entrevista, el momento en que el líder de la banda aclaró los pormenores
y finalmente la canción comenzó a ser utilizada en la reivindicación de la
lucha feminista.
Y claramente
representa el punto más álgido del álbum, donde escuchamos las rimas de
González, casi incursionando en el rap, pero con ese característico
sintetizador, que hace de Corazones Rojos, una pieza
imprescindible en la discografía de Los Prisioneros.
Una de las
mejores canciones del disco, una radiografía al Chile machista en el que
lamentablemente vivimos, donde la
sentencia habla por sí sola: “Ten cuidado de lo que piensas, hay un alguien
sobre ti/ Seguirá esta historia, seguirá este orden/ Porque Dios así lo quiso,
porque Dios también es hombre”, y donde el mensaje es claro: luchar,
luchar, luchar.
Narea y su historia original
Con una melodía bastante pegajosa y
nuevamente una letra afilada y escrita de manera irónica, González interpreta Cuéntame
una historia original, el quinto track del álbum (y último del lado A).
“Todo el mundo dice que vive sufriendo
como nadie más, cuéntame una historia original”, es el mensaje que escuchamos
repetidas veces, a lo largo de los coros. Y es que nadie está exento de
problemas, pregúntenle al mismísimo González o a Narea.
Quienes por aquellos días, luego de
haber hecho pública la disolución de la agrupación, decidieron cortar todo tipo
de comunicación. Sin embargo, con esto no impidieron, que la prensa especulara
al respecto las mil y una teorías alternativas al quiebre de la banda.
Lo cierto es que, Los Prisioneros
siguieron tocando, haciendo música, sacando discos. No estaba Narea, pero sí estaba
González y Tapia. Una separación que duró diez años y que
a primeras luces parecía no dejar cabida al reencuentro, resultó sorprender a
la fanaticada en 2001. Un reencuentro corto, casi como la
crónica de una muerte anunciada, vino a poner de manifiesto que existen cosas
en esta vida que es mejor no forzar.
La imagen de Jorge González tirando los
micrófonos al piso, con rabia extrema, en plena conferencia de prensa,
inevitablemente se me viene a la cabeza. Es que la segunda salida de Claudio
Narea de Los Prisioneros en 2003, marcaría el final más funesto que pudo haber
vivido una banda tan llena de éxitos como esta.
Sin embargo, doce años después de la
disolución final, en mayo de 2015, Narea es invitado a Vértigo, el estelar de
Canal 13, donde entre muchas preguntas de los animadores, se llega a mencionar
el tema González- Carvajal.
Es recién en ese minuto, en que Narea,
públicamente y mirando una cámara de televisión hace frente al tema, contando
una historia bastante original, que no dejó a nadie indiferente.
“El estaba tratando de romper mi
relación. Desde que yo empiezo a pololear con Claudia, él empieza a portarse
raro, empieza a decir cosas raras. Pasa el tiempo, él se pone un poco loco… Es una obsesión, no digo que sea amor”, dando a entender con la declaración, que su
amigo de toda la juventud e infancia, siempre estuvo enamorado de él.
Una historia que vendría a reavivar de cierta forma, el toque tormentoso
con que se tiñó finalmente la historia de la banda.
De "Estrechez de corazón a "Es demasiado triste": El lado B, la antesala del fin
Corazones consta de dos lados, A y B. Es un
material discográfico que González decidió dividir así.
Básicamente, el lado A (que contiene las canciones: tren al sur, amiga
mía, con suavidad, corazones rojos y cuéntame una historia original), viene a representar la primera
mitad del conflicto entre González y Narea.
Sin embargo, el lado B, es un barrido que empieza con Estrechez de corazón, (siguiendo
con Por
amarte y Noche en la ciudad), y
que termina con Es demasiado triste.
Cuatro canciones que marcan el declive
final de la banda. Porque debo decirlo: desde “La voz de los 80”, hasta
“La
cultura de la basura”, los álbumes de Los Prisioneros iban en subida, alcanzando
su gran apogeo comercial y consagración con “Corazones”, nuestro indispensable de la semana.
No obstante, luego de Corazones, no hay más banda, no hay más
que González. Los Prisioneros (como banda), incluso antes del lanzamiento de
dicho material, habían dejado de ser una agrupación consolidada.
Narea, se enteró de la infidelidad de
su esposa y traición de su amigo, a finales de 1989, luego de eso, sólo se
mantuvo ahí, porque los contratos lo exigían.
Corazones, es el mejor álbum de todos los
tiempos, dentro de la discografía de Los Prisioneros, porque da cuenta de lo
mejor y lo peor de la banda. Porque logra vanguardia, éxito en ventas, un
sonido maduro y letras controversiales, pero además, incluye el factor
“tragedia”, infidelidad, traición, odio, fin.
Estrechez de corazón, presente en el lado B del
disco, marca ese punto, donde los fans cachamos que todo se fue a la verga,
donde identificamos que no hay retorno, que no hay perdón ni olvido. La
confianza terminó, y con eso, también la amistad y la banda.
Una canción, donde además, identificamos
una de las letras más sufridas del disco. Una lírica que habla desde el dolor,
el sufrimiento, el desamor y el desgarro: “No te pido nada más, que valores este amor, que lo
guardes en un libro y lo atesores cerca de tu corazón”.
Así mismo, González, continúa su trabajo musical con Por
amarte, séptimo track del álbum. Una canción donde da luces de cierto
grado de arrepentimiento. Reconoce que se equivocó, pero que lo hizo por amor.
Le habla a una chica, es una canción demasiado intensa,
que no queda fuera de la categoría en que calzaron las anteriores. “Amarte
es mi perdición, mi vida entera/El cielo disfrazado de infierno”, dice
González, interpretando las frases, casi al final del tema, con profundo
desgarro.
De pronto, el álbum sufre un pequeño vuelco, y una
melodía bailable, con punchi punchi electro, envuelve toda mi habitación. Lo
primero que pienso es que hay un error, y esta canción no pertenece a Corazones, ciertamente es muy movida
para el álbum.
Pese a lo anterior, la letra posee crítica y
dramatismo, aspecto que se logra identificar luego de unos minutos. Una canción
que repudia el orden y la moral cristiana- conservadora, una canción que pone
el condimento de “hit bailable”
dentro del álbum.
Y no está de más aclarar, que tal vez, González lo
pensó muy bien. Y su idea desde un principio era acomodar de esta manera las
canciones, para terminar con la balada más emotiva del disco.
Es demasiado triste,
nombre del noveno y último track del álbum, habla por sí solo. No hace falta
explicar que se trata de una balada deprimente, lúgubre y emocionante. También
va dedicada a una mujer, es un himno al desamor, al llanto, a la desesperación,
a ese amor que dejó una herida.
Pero no puedo dejar de decir, que hay una parte de la
canción que me huele a indirecta para Narea: “Alguna vez te acuerdas cuando
todo era amable y divertido/ Con la sonrisa
irónica, ahora es lo único que nos
podemos dar”.
Es demasiado triste,
marca el fin del fin. El fin del álbum, el fin de la amistad entre Narea y
González, el fin de la banda y el fin de una época que marcó y sigue marcando a
generaciones.
Pude haber escrito sobre cualquier álbum de Los
Prisioneros, sin embargo, no hay ninguno, que logre ponerme los pelos de punta,
hacerme bailar y llorar al mismo tiempo. Ninguno alcanza la profundidad de Corazones, ninguno refleja de mejor
manera el desenlace de la banda. Ninguno, ninguno, ninguno es más recomendable
que este.
Y si leyendo todo lo anterior, aún no me crees… Sólo
puedo decirte que, no te enojes por lo que te digo, pero creo que no tienes idea de nada,
todavía.
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