JUEGO DE TRONOS, penúltimo episodio de la 6 temporada

Juego de Tronos se acaba. Sí. Es una realidad. Es un hecho. Quedarán, haciendo un cálculo rápido escasas diez horas de producción que deberán deleitar y cumplir con las expectativas de todos sus seguidores. Desde que la séptima temporada se estrenó hace poco más de cuatro semanas es muy difícil no ver cada lunes las redes sociales completamente inundadas con artículos, teorías y memes de las reacciones al nuevo capítulo.

Sí. Juego de Tronos es una auténtica obra maestra, tanto a nivel argumental como audiovisual. Es el antes y después de Cristo en la historia de las series. Aun así, yo me quiero solidarizar con todos aquellos que descubrieron esta joya de manera tardía y que, por tanto, viven con el miedo constante de abrir su Facebook y encontrar algún spoiler de los que sí van al día.

Yo soy una de esas personas. Poco me falta para alcanzar a los demás mortales. El último episodio que vi me dejó completamente anonadada y, aunque sé que el hype de la séptima temporada está en aumento, necesito desesperadamente compartir mis impresiones con el resto de la humanidad.

Battle of Bastards (o Batalla de Bastardos, en español) es el penúltimo episodio de la temporada. Y, pese a que era bastante deducible lo que iba a pasar al final, los directores de la serie supieron mantenernos en la más absoluta de las tensiones hasta el último momento. Yo, sin ir más lejos, estuve los 59 minutos del capítulo inclinada sobre la pantalla del ordenador, queriéndome meter dentro de aquella encarnizada batalla.

Grité, berreé y me tapé los ojos con las sábanas en distintas ocasiones (y es que, para los que no me conozcáis, el tema sangre y yo no acabamos de congeniar del todo). Sufrí. Sufrí mucho por Tormund, porque mi mente me hizo pasar el mal trago de hacerme creer que le perderíamos en el combate. Afortunadamente, no fue así y el episodio se saldó con la muerte del personaje más sanguinario que Poniente ha conocido desde Jeoffrey Baratheon.

Seamos francos ¿quién no le tenía ganas a ese tío? Ramsay Bolton apuntó maneras desde bien al principio: Desollando a Theon Greyjoy, después violando y torturando a la pobre Sansa y, por último, cometiendo el segundo parricidio de Juego de Tronos.

Todos sabíamos que era cuestión de tiempo que esto pasara. La mayor de las chicas Stark no pudo evitar vengarse de su marido por todas las veces que él abusó de ella física y mentalmente y, como no podía ser de otra manera, le dio a probar de su propia medicina: carne fresca para los perros. Qué maquiavélico todo, ¿verdad?

Sinceramente le echaré de menos. Los amantes de Juego de Tronos nos hemos quedado sin sociópatas a la vista y no parece que ese vacío vaya a llenarse próximamente.

Mención especial merece, a mi juicio, la parte de Daenerys puesto que corre el riesgo de quedar eclipsada por la sangrienta toma de Invernalia. Y es que la Madre de Dragones volvió a dejarnos a todos completamente estupefactos.

“Dracarys” a partir de ahora, se convertirá, desde luego, en una de las palabras más temidas por todos aquellos que osen enfrentarse a ella. Y a todo esto, no debemos olvidarnos de resaltar la brillante mente de nuestro personaje de poco más de un metro de altura favorito: Tyrion Lannister. Y es que el plan que urdió para frenar el ataque de Mereen fue, sencilla y absolutamente, maestro.

No nos podemos olvidar de que, como quien no quiere la cosa, los hijos del hierro desembarcaron al otro lado del Mar Angosto. Yara Greyjoy desplegó todos sus encantos y, tras un más que evidente coqueteo con la Rompedora de Cadenas, se firmó un pacto que seguro va a dar muchísimo de qué hablar en las próximas temporadas.

Al final, con los blasones de los Stark ondeando en el Norte y Daenerys lista para zarpar hacia Poniente, el episodio 59 de Juego de Tronos nos dejó una explosión de sabor en la boca. Como cuando te comes un Peta Zeta, literalmente. Señores Benioff y Weiss: NECESITAMOS MÁS.

Vamos, yo no sé vosotros, pero si éste ha sido el penúltimo no me quiero ni imaginar que nos deparará el final de la temporada. Y, no es por nada, pero yo cada vez creo más que, definitivamente: El invierno se acerca.

Nerea Aranburu Garcia.

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