Sanfic 7 - El arte de vivir: El Elefante Blanco

                                                                                                                   Por Bárbara Díaz
En el marco de la celebración más relevante para la industria cinematográfica nacional como es SANFIC (Santiago Festival Internacional de Cine). Instancia que congrega los estrenos y obras premiadas tanto del cine nacional como internacional.
           
Pero aunque el evento y la prensa le den tanta cabida a los números internacionales presentes en el festival, Sanfic tiene un mérito para con los nacientes documentalistas y cineastas en general. Remontemonos a 2011, se creó la Competencia Talento Chileno.
            En su 7ª versión  Sanfic exhibe la primera Competencia de Talento Nacional, que tuvo por ganador a un joven director chileno Felipe Egaña, estudiante de cine. La obra galardonada fue “El elefante blanco” (2011), cortometraje independiente que no dura más de 11 minutos.
            “El elefante blanco”, relata la historia de un edificio sin terminar que fue abandonado en un barrio residencial de la comuna de Pedro Aguirre Cerda. Construcción que utiliza una gran extensión de tierra, propiedad de la cual se desconoce su dueño, y que no presenta indicios de ser removida prontamente. La trama cuenta con la versión de los vecinos más cercanos a la edificación y cómo les afecta la inutilidad del espacio.
La obra de Egaña, un talentoso artista visual de tan solo 20 años, esta bien lograda, se nota el nivel de investigación espacial, con varias entrevistas bien logradas que le permiten dar paso a una narración coral prolija, nivel de información acorde a la duración del film.

¿Por qué “El elefante blanco”?
El problema social que logra identificar Egaña, se entrelaza entre historia nacional con un poco de crítica social. En su mayoría los vecinos de la película son adultos mayores, enfrentados a este elefante blanco, incrustado en su barrio.
La impotencia y el plus emocional de encasillar a sus personajes, logran ganar la empatía del espectador, un recurso poco original, pero respetable. Independiente la época lo emotivo y las limitaciones que conlleva la vejez funcionan.


Una imagen vale más que 1000 palabras
Respecto a lenguaje audiovisual, en su división de corto documental, fue clave la documentación previa de los realizadores. Hay presencia del estudio espacial, esto es evidente en tomas que no necesitan de nada más que un sonido ambiente muy bien acentuado en los momentos precisos. También los silencios son relevantes y se consiguieron.
Es importante considerar que es una producción independiente, es decir, que el equipo es prestado, hay autofinanciamiento y un equipo humano reducido. Luego conocer ese detalle el mérito es doble para “El elefante blanco”. Este producto nacional es obra de un trabajo universitario según comentó el mismo Egaña.
Las imágenes no necesariamente son estéticas, el género documental de no-ficción prefiere lo verídico. Aunque la armonía si está presente, cada ángulo y plano son totalmente intencionados y sí “una imagen vale mas que 1000 palabras”. La composición de los cuadros enmarcan la inutilidad del espacio y narra las desmejoras del barrio. Los colores son acordes con la música y el ambiente sombrío, y respetando el presupuesto la luz solar es el mejor iluminador para quien pueda utilizarla. El relato avanza cohesionadamente con facilidad, en apoyo de ello los silencios presentan una progresión coherente, sin necesidad de tanta palabra.
            El documental es un género que apasiona, la mezcla perfecta entre lo real, y lo audiovisual totalmente logrado en “El elefante blanco”, film que no solo se queda con el en Sanfic 2011 de la Competencia de Talento Nacional, sino que también consiguió posicionarse como el Mejor Cortometraje Documental Nacional en el festival santiaguino ArqFilmFest 2012.

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