DE “BLANCANIEVES” A “MÉRIDA”: LA EVOLUCIÓN DEL ROL FEMENINO EN LAS ANIMACIONES DISNEY


Nací en 1995, el año en que se estrenó Pocahontas. Antes de ella, a lo menos, otras cuatro películas animadas habían sido protagonizadas también por mujeres: Blancanieves (1937), La Cenicienta (1950), La Bella Durmiente (1959), La Bella y la Bestia (1991). Mujeres protagonistas, pero débiles, moldeadas por el patriarcado y para perpetuar el patriarcado.

Todo partió con Blancanieves… Érase una vez, una joven y noble muchacha, proveniente de la realeza, quien a causa de una bruja frívola y malévola, es perseguida y casi asesinada. Sobrevive, llega a un bosque, conoce a siete enanos  y  decide ser la "criada", la encargada del aseo. 

Blancanieves es feliz cumpliendo el rol de “dueña de casa”, haciendo lo que los siete enanos mineros no hacían: barrer, limpiar, lavar, planchar, cocinar, etc, etc. Un día, cae presa de un hechizo (al masticar una manzana envenenada), se desmaya  y no despierta hasta que un príncipe azul llega a cambiar su destino.


La misma trama con un par de variaciones, se vive en La Cenicienta, La Bella Durmiente y La Bella y la Bestia: mujeres pobres o empobrecidas, que son rescatadas de su miseria (o de su triste realidad), por valientes y bellos príncipes. Validando así, y en pantalla, uno de los principales postulados del patriarcado: la inferioridad de la mujer.

Esa inferioridad fue visible de manera muy marcada, incluso en  Pocahontas. Quien si bien, era la primera protagonista indígena en animaciones Disney, seguía manteniendo aspectos de sumisión en su carácter. Por ejemplo, en la obediencia hacia su padre, quien finalmente decide no aceptar la relación que la joven tenía con un soldado inglés. Es decir: Disney, una vez más, dejaba claro que, si se es mujer, necesariamente se es dependiente (o propiedad) de un esposo/príncipe o padre.

Recién tres años más tarde, en 1998, las niñas de la época (sí, yo era niña en esa época), podíamos ver en Vhs como Mulán rompía, medianamente, esquemas. Podíamos ver por primera vez a una muchacha tomando un arma (espada), peleando por sus ideales (o en este caso por los de su familia) y aparentemente independiente, excepto por un detalle: Mulán logra esa libertad, sólo porque se hace pasar por hombre.

La película está ambientada en la China Imperial, una China totalmente machista, donde la mujer cumple el rol de buena esposa, sumisa, callada, sin voz ni voto. Y Mulán viene a romper con eso, se enlista en el ejército para evitar que su padre se arriesgue a morir, pero como dije anteriormente, logra un montón de cosas disfrazada de hombre; cosas que, vestida como mujer, jamás hubiese logrado.


Así, con todos los antecedentes descritos, cambiamos de milenio y llegamos al 2000. Una veintena de otras películas animadas son estrenadas por Disney, de las cuales, la mayoría (y al igual que años atrás), no están protagonizadas por mujeres, y si lo están, son protagonistas serviles al patriarcado.

Sin embargo, es 2009, el año en que la tradición cae o el antiguo paradigma comienza a desmoronarse. Sí, porque algo inaudito sucede: Se muestra en pantalla a una mujer negra, que además, tiene sueños personales: desea montar un restaurante

“La Princesa y el Sapo”, película a la que hacía referencia en el párrafo anterior,  si bien, cumplía con esta innovación de 1)traer a la pantalla por primera vez a un estereotipo de mujer no caucásica (obviando a Pocahontas, que era indígena) y 2)plantear que las mujeres también tenemos sueños y metas que escapan o se desvinculan de las tareas domésticas; volvía a incurrir en la repetición de un aspecto de la trama original: Tiana se convierte en princesa, porque se casa con un príncipe, no por méritos propios. Borren los jumbitos, tanto para nada. Volvemos al principio.

Sí, volvemos al principio, porque setenta y cinco años tuvieron que pasar desde Blancanieves, para que recién en 2012, Disney lanzara una película donde la protagonista era mujer y donde la trama hacía honor al poder de esa mujer.

Valiente (Brave), cuenta la historia de Mérida. Una adolescente escocesa con abundante cabellera pelirroja que, testarudamente y en contra de toda tradición familiar, se opone a la idea del matrimonio. Todo esto, en el contexto de los preparativos que hacen sus padres para conseguirle un pretendiente a la altura de lo que ellos desean.



Por su parte, Mérida, la protagonista de esta cinta, lo único que quiere es practicar con sus flechas y su arco. Maní con los muchachos, maní con el matrimonio. Sus padres no la comprenden, se oponen, pero finalmente es ella quien les demuestra (con hechos, a lo largo de la película) el poder de su madurez y sus convicciones.

"Valiente" es la antítesis de "Blancanieves y los siete enanitos". Es la primera película en que vemos un arco con flechas en vez de una escoba, es la primera película donde la protagonista decide sobre su futuro. Donde no pesa la tradición, ni la familia, ni la figura paterna, ni el pinche príncipe.

Es la primera vez, en que la protagonista se empodera de sí misma y no importa nada más. Es el primer largometraje de la Industria Disney, que llega a los cines y a los televisores de las casas con un mensaje diferente.




De 2012 hasta la fecha, pocas películas han sido estrenadas teniendo como eje de la trama, la historia de una mujer. Sin embargo, las que se han lanzado al mercado, han seguido un poco, esta lógica de jóvenes muchachas que tienen incidencia en sus propios destinos y en los de su entorno. Un ejemplo es Moana (2016), joven que al igual que Mérida, sin la ayuda de un príncipe, lucha por lo que considera justo, hasta cumplir sus objetivos, metas y sueños.

En lo personal, no tengo película favorita de Disney. Me opongo fervientemente a la ideología que tras sus encantadores (o escalofriantes) dibujos animados, impera. No obstante, la historia de Mérida me agrada. 

Pucha que es bacán que las niñas de hoy, no tengan como referentes a Cenicientas marginadas,Bellas Durmientes silenciadas ni a Blancanieves dependientes. Pucha que es bacán pensar/soñar que las niñas de hoy, serán mujeres decididas mañana.


Por Inés San Martín De Vasconcelos

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