De lobo nada, de Wall Street menos.


Por Gabriela Duarte.

Es sábado por la tarde, me desperté a las 13 pm, he estado todo el día en pijama, pero estoy cansada.  Tanto así que no tengo ganas de salir a la noche. Lo único que he hecho en el día (además de comer y usar el celular) es ver El lobo de Wall Street del director Martin Scorsese.

Sabía que la duración era de tres horas, pero dependiendo de lo que uno hace, los minutos pueden ser fugaces o eternos. También sabía que prometía  tratar de sexo, dinero sucio, juergas, delitos y drogas, lo que me parecía una excelente combinación, el problema fue que de eso hubo mucho, y cuando se supera un umbral de repetición, pasa a ser excesivo.  Es como si Jordan Belfort (Leonardo Dicaprio) consumiera demasiada droga, después de un punto ya hay tolerancia y no causa el mismo efecto.

La primera hora estuve animada, fueron muy entretenidos y/o chistosos algunos actos sobre las aventuras de los protagonistas, pero aún no aparecía el punto de todo eso. La segunda hora fue una etapa de resignación, pensé que estaba viendo una serie y este era un capítulo más. En la tercera ya sabía lo que iba a pasar y me dieron ganas de que acabara pronto.

Si esto hubiera sido una serie estaría contenta, pero me dio la impresión de que eran unas cuantas escenas que se iban manifestando de formas distintas a lo largo del filme. Estas además eran bastante exageradas, como si quisieran dejar claro al espectador lo escandalosos  que eran los corredores de la bolsa.  Bueno lo consiguieron, la reflexión de la película era como a prueba de niños.

Hubiera sido mucho más interesante si se centraran en  algo más emotivo,  como la relación matrimonial de Belfort, hubiéramos podido conocer más los sentimientos del personaje, alegrarnos con él, sentir pena por él. Pero que el señor corredor  haya tenido una vida loca no es algo que me cause pena o alegría, es algo que no me causó nada.

Hubo un exceso de personajes, ¿para qué mostrar 50 corredores si hacen todos lo mismo? Hasta el protagonista se mimetiza con ellos, ¿o 50 prostitutas si hacen todas  lo mismo (irónicamente, creo que sólo una hizo algo distinto)? Si alguien quiere ver esta película en menos tiempo, le recomiendo ver fotos de mansiones y yates en internet y hojear Playboy (o la bomba cuatro).

Comercialmente no me sorprende su éxito, siempre son llamativas estas escenas de drogas y dinero, pero no le puedo llamar arte. No es como cuando Mia Wallace (Uma Thurman) se droga en Pulp Fiction y podemos sentir la euforia del personaje. Cuando  Belfort lo hace, sólo sabemos que hará el ridículo y rodará por el suelo.

Lo que sucedió en Wall Street en esos años me parecía tan interesante que habían muchas aristas que abordar, los negocios, la competencia, al principio hablaron de lo salvaje que es la vida  (wow), pero no se desarrolló nada. Tampoco puedo decir que fue una crítica hacia los hombres codiciosos, ¿cómo van a hacer una crítica seria a personajes graciosos o simpáticos? Fue un tutti frutti con aires de comedia y drama, no alcanzando a salvar ninguno de los dos.


Es triste, pero pareciera que esta película se hubiera hecho porque Scorsese necesitaba recaudar dinero y no porque realmente le entusiasmara la idea.  Incluso pensé en que los cientos de personajes eran actores amigos del director y necesitaban trabajo urgente. Realmente nos vendieron esta cinta del mismo modo que Belfort vendía acciones. En fin, yo ahora borraré urgentemente esta película de mi notebook para no ocupar espacio y rezaré algunos padres nuestros esperando no volver a ver algo así (o perder el tiempo así). 



Título: El lobo de Wall Street
Dirección: Martin Scorsese

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