El trapiche: entre bosque y parque
Si algo de no vivir en Santiago es muy bueno –además de que
haya menos smog y no chocas con la gente en la calle-, es que en Peñaflor hay tranquilidad y áreas verdes. Esta comuna es un carrete en sí misma, una
simple ida a un supermercado significa saludar al menos a tres o cuatro
conocidos. Todos nos sabemos la vida de cada residente, aunque nunca le hayamos
hablado.
Acá no hay discoteques ni malls, pero está El Trapiche. Los
fines de semana están auspiciados por la Municipalidad, que abre de manera
gratuita este enorme parque atiborrado de árboles, ríos, pasto, algunas fondas
junto a una medialuna que abre cada dieciocho. Y una que otra vaca.
En los días que no se
hacen eventos (porque cuando hay, está lleno), este lugar representa el
tipo de carrete más natural del que una persona puede disfrutar. No quedas sordo a causa de grandes parlantes:
escuchas el sonido de los pájaros, no quedas “pato” por tener que comprar
bebidas alcohólicas al doble del precio: puedes traer un vino Gato o una Becker
y nadie hace problemas, porque nadie te vigila. No hay guardias, no hay
carabineros.
La sencillez del lugar lo hace mucho más mágico que ir a un
pub cualquiera, puesto que puedes
sentarte con una guitarra mirando la luna en compañía de tus amigos y ver la
diferencia entre un lugar artificial creado por el hombre a uno donde peces y
zancudos conviven como lo harían en cualquier bosque. Es por eso que me gusta ir, si lo pienso así diría
que es hasta romántico.
En este ambiente las posibilidades son infinitas: puedes ir
a meditar, a acampar, a beber, a fumar, a sentarte a contemplar la existencia,
solo o acompañado.
El hecho de que sea tan natural, sin embargo, tiene sus
desventajas. A la noche hace frío y durante el día podría hacer mucho calor. Si
llueve no hay techo. Esa es la ventaja
que tiene un pub cualquiera sobre este lugar, pero las personas en la
antigüedad no tenían aire acondicionado, ni baño, ni cocina. Lo que tenían eran
ramas y armaban fuego, si ellos pudieron, ¿por qué nosotros no? Es esa la solución.
Muchos fines de semana –como hay tiempo- me dan ganas de salir
a caminar y/o reflexionar, pero a donde
sea que vaya, incluso en esta comuna, hay gente, hay autos, incluso si te sientas en
una plaza solitaria van a haber personas mirándote y preguntándose qué haces
ahí. Me aterra un poco pensar que eso es aún peor en Santiago, salir a sentarse
en una plaza de noche allá supone un acto valiente, te expones a peligros
humanos. El Trapiche puedes utilizarlo para esto mismo sin problemas, como
expliqué arriba las posibilidades son infinitas.
Con lo bueno y lo malo, si vives en Peñaflor es
imprescindible visitar el Trapiche, me
atrevería a decir que es el mayor atractivo de la comuna (porque el resto son sólo casas, algo así
como un sector residencial). No tengo ni
que recomendar qué es lo más apropiado que puedas hacer allá, yo prefiero una
cerveza, pero gustos son gustos. Es un lugar libre, lo único importante es
cuidarlo.
Espero de corazón que este parque se mantenga tal cual está
y no caiga en las manos de la construcción.
La naturaleza puede ser enormemente liberadora cuando estás cansado de
que los ojos posen sobre ti.
Por: Gabriela Duarte
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