Un regreso a corazón abierto


Solo Jay Z puede cantar su autobiografía. Este tipo es un crack (y no, no hago referencia a sus tiempos de traficante en Brooklyn). Solo Jay Z pudo estar hundido en la mierda y resurgir. Convertirse en uno de los raperos más influyente de todos los tiempos. Es que toda su fortuna solo da cuenta del talento puro que le corre por las venas.



El disco 4:44 trae toda una carga emocional consigo. De partida, su nombre hace referencia a la hora en que se despertó para escribir la canción principal del álbum. Una canción dedicada por completo a Beyoncé y en reacción al último disco de esta, Lemonade, en el que ella revela las infidelidades de su esposo. Acá el rapero baja la guardia y se disculpa por cada uno de sus errores, por el dolor que le ha causado. Se reconoce como un mujeriego, como un mal ejemplo para sus hijos y un mal compañero de vida para quien describe como su alma gemela. ¿Quién más que Jay Z puede confesar ser un asco como esposo y sonar así de bien? Nadie. Ahí tienen hombres, intenten escribirle una canción así a sus parejas, tal vez los perdonen.



Desde el tema número uno, impacta. Es él frente al mundo. A corazón abierto. Kill Jay Z es un repaso por su historia. Es un relato con su alter ego. Se critica a si mismo y a esa armadura que reconoce haberse formado. Habla sobre la forma como le disparó a su hermano, sobre la venta de drogas, la muerte de su padre, el despilfarro de dinero, el amor. Intenta hacer reaccionar a este hombre que se cree invencible e intocable. Se asume débil. Se quiere débil, sin excusas para aparentar ser más fuerte de lo que realmente es.




Es en este punto (y eso que el disco está recién comenzando) cuando nace la pregunta ¿está hablando solo de él o aprovecha de hacer una crítica a la sociedad a través de su historia? Un poco de ambas. Además de escupir sus sentimientos y esa autorreflexión, deja abierta la invitación para que cada persona que le de play a su disco se haga los mismos cuestionamientos y derribe sus propias barreras. Un genio.

Desde el año 2013 estuvo en silencio. Bueno, ni tan en silencio. Él siempre tiene algo que decir y cero pelos en la lengua. Pero nos mantuvo expectantes. Estamos hablando del artista solista con el récord de álbumes en el número uno en el Billboard 200. Con tres discos que estuvieron dentro de la lista de los 500 mejores álbumes de todos los tiempos de la revista Rolling Stones. Si estuvo cuatro años trabajando en un disco, algo importante se venía.

Jay Z no se preocupa por la competencia. No importa que tantos raperos nuevos aparezcan en las listas de reproducción de Spotify. No le importa nada. No necesita competir. No necesita ganarle a nadie. No necesita hacer una canción con la artista pop del momento para tener más reproducciones en Youtube.
Probablemente, su disco no es ninguna revelación sonora. Se le ha criticado que, en este sentido, su disco anterior “Magna Carta… Holy Grail” va mucho más acorde con los “tiempos modernos”. ¿En serio creen que a Jay Z le preocupaba sonar más contemporáneo? Mierda, NO.

¿Qué importaría si el disco tuviese la misma base que Reasonable Doubt? El sentido acá no tiene que ver con la innovación sonora. Este es un Jay Z más grande (los 47 años no le pasan en vano). Es un Jay Z capaz de decirle al mundo “me caí, me hundí, me sigo hundiendo, pero no soy un hipócrita”. Para mi, que este tipo sea capaz de asumirse y reconocerse como lo hace en este disco, reafirma su liderazgo.


Jay Z, me sumo a las palabras de mis colegas, eres un puto amo.




Por Renata Valenzuela

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