Argentina, calor y cordialidad
Por: Lía Valdés Manríquez
Durante mi vida he visitado tres veces el país vecino, dónde
ellas han sido visitas un poco anecdóticas y accidentadas donde el calor ha
sido el protagonista de todo, porque si, he ido en verano y eso sí que es mala
idea, bueno depende de donde piensen ir. En todas estas, recuerdo la
cordialidad de la gente en todos los lugares donde me detuve.
Mi primera vez en Argentina fue por principios del 2000
cuando mis padres quisieron hacer el viaje hasta Mendoza por tierra, no son
tantas horas, pero no sé qué se les pasaba por la cabeza con tres cantos chicos
sentados atrás y probablemente peleando todo el camino, aunque mi mamá tuvo una
gran idea, nos compró un Tetris a cada uno y todos felices.
Llegamos a Mendoza sin saber dónde quedarnos y dándonos
cuenta que el calor era excesivo (y mis papás querían llegar hasta Bariloche
¡ja!). Encontramos donde quedarnos, paseamos por el día, la verdad mis
recuerdos son difusos porque era muy niña, pero lo que más me llamaba la
atención es que las veredas eran gigantes, las cuadras larguísimas y que las
hormigas son más grandes que las de acá.
Esa noche no pudimos dormir, con ventilador y todo el calor era mucho, al otro día mi mamá fue a un concierto de Serrat (lo ama) y después se perdió en camino de vuelta, mamá con la asombrosa capacidad de estar a una cuadra de donde tiene que llegar y no saber dónde está parada.
Esa noche no pudimos dormir, con ventilador y todo el calor era mucho, al otro día mi mamá fue a un concierto de Serrat (lo ama) y después se perdió en camino de vuelta, mamá con la asombrosa capacidad de estar a una cuadra de donde tiene que llegar y no saber dónde está parada.
Al final solo pudimos soportar esa segunda noche y al otro día hicimos las maletas tempranito para devolvernos a Chile, después de todo lo insoportable del calor, amaneció nublado, nos fuimos igual, en el camino había derrumbes, pasamos sobre piedras, se rompió el estanque de la bencina, llegamos arriba y el paso estaba cerrado. Con el tanque roto y rezando por llegar a Uspallata porque la bencina salía por montones, alcanzamos a llegar, dejar el auto en el mecánico y al buscar alojamiento, no había nada disponible.
Y así fue como pasé la noche con mi familia en un regimiento
durmiendo en la pieza de los oficiales y despertando con una trompeta como a
las seis de la mañana.
Desde ahí pasaron muchos años hasta que volví, como en el
2013, ahora en bus, hasta Buenos Aires y junto a mi mamá (en bus porque íbamos
a ir en avión, pero se me perdió el Carnet y perdimos el vuelo) partimos mal,
en el camino podíamos ver una tormenta eléctrica y al llegar a Buenos Aires la
lluvia era torrencial, sin exagerar y además con calor, mucho calor.
Caminamos las cuatro cuadras que separaban al hotel del
subte y quedamos totalmente empapadas. Después de eso, salimos igual, mi mamá y
su afición por el mall, allá fuimos y es otra cosa. Era noviembre o principios
de diciembre y la decoración navideña parecía de películas gringas, el mall era
ultra cuico, parecía boutique, si hasta el patio de comida era de pura comida
italiana o internacional, nada de comida rápida, con suerte un Burger King.
De ahí a empaparnos de vuelta, por suerte tenía un mapa y no
me cuesta ubicarme en los lugares, porque en una semana de salir todos los
días, mi mamá jamás supo cómo llegar del subte al hotel, (repito, cuatro
cuadras). Fuimos al museo de la Casa Rosada, conocimos caminito, el barrio la
boca, el estadio de Boca Juniors (quedé loca), puerto madero y obvio que el
obelisco.
Es digno de mencionar que el obelisco lo conocimos en medio
de una marcha en conmemoración del Gobierno de la Señora K y todo un evento
cultural que lo rodeaba, toda la gente amable y cordial, buenos para conversar…
uf les dices hola y ya te sabes su vida.
Obviamente volvió a llover torrencialmente, un argentino
haciendo windsurf en plena avenida, y el calor, de no poder ni respirar, odio
el calor.
Y ya mi tercera visita fue mucho más amable, de hecho, no
pasó ninguna anécdota digna de contar, fuimos a Bariloche, ahí no hace tanto
calor. Probé el chocolate más delicioso de la vida y cómo no, el dueño del
hotel nos tenía una o dos horas al día tomando desayuno y contándonos miles de
historias.
Preciosa Argentina! He estado unos días en Buenos Aires y San Nicolás y me ha traído muy buenos recuerdos el post. Me apunto el resto de lugares para cuando vuelva el mes que viene!
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