La eterna duda de ¿a dónde puedo ir en Fiestas Patrias?


Quiero partir dejando en claro que no recomendaré ningún lugar para pasar las Fiestas Patrias por el simple hecho de que no es una celebración que recuerde con importancia. O sea, recuerdos hay (sobretodo después de conocer el alcohol), pero han sido diferentes lugares los que he visitado bajo la consigna de “celebrar” a Chile.

Vivo en Quilicura. La primera fonda que recuerdo fue ahí, en mi comuna, en un lugar donde ahora se emplaza un mall. Una de las memorias más vívidas que tengo de una fonda es esa, por ahí por el año 2000, porque me llamó mucho la atención los colores de los vestidos de las huasas. En particular, recuerdo un vestido rojo con flores. Y fue tanta mi fascinación con ese vestido que mi mamá y mi abuela me hicieron uno parecido, que usé desde kínder hasta sexto básico (¿cómo? no lo sé).

Luego de eso recuerdo haber pasado un 18 en la casa de mi abuela y madrina en Independencia. Su casa, ubicada en la calle Namur, es el sinónimo de la tranquilidad porque es un barrio donde vive mucha gente de tercera edad. Además, esos fueron los barrios de mi mamá cuando era joven. Mi tata Polo todavía estaba vivo cuando se juntaron sus seis hijos a comer carnecita y gozar de los brebajes para adultos. Yo aún era chica, quizás unos 11 o 12 años.

Después de ese recuerdo, nos saltamos al año 2012. Fue mi primer 18 sola. Mis papás se habían ido a la playa, y mi hermano mayor andaba en su nube. Me junté con mi amigo Ignacio, que propuso ir a las fondas del Estadio Nacional. Y fue una de las mejores salidas que he tenido. En total éramos siete personas, y la chicha y los terremotos iban y venían. Fue tanto, que un amigo del Nacho (que era bombero, eso nunca se me olvidó) tomó demasiado al punto de “apagar tele”. Eran las tres de la mañana y entre todos los que aún estábamos cuerdos lo llevamos a su casa.

Luego, llegamos a la casa del Nacho en Providencia. Su papá es coronel en retiro de carabineros, así que se imaginarán su cara cuando vio a siete personas en evidente estado de ebriedad en su propiedad. Esa fue la primera vez que vomité por haber tomado mucho. En la mañana me fui con dos amigos, y al salir de la casa del Nacho, su papá, parado en la puerta, nos dice que no nos quiere ver nunca más en su casa. Nosotros nos fuimos, pero apenas perdimos de vista al “Chemo”, como le decía el Nacho a su papá, nos reímos por todo lo que había pasado la noche anterior.


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A partir del año 2016 comencé a pasar el 18 en el campo de mi pololo, ubicado en Champa, cerca de Paine, Aculeo, por ahí. Debo agradecer al suegro, que siempre llena el refrigerador con cerveza durante esa época del año. Obviamente el asado no falta, pero, y siendo lo más honesta posible, el único asado que me interesa ahora es el asado de vidrio.


                                                                                                                                 Por Diana G. Urbina

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